Una persona inteligente
no participa de las fuentes de la miseria,
las cuales se deben al contacto
con los sentidos materiales.
tales placeres tienen un principio y un fin,
así que el hombre sabio no se deleita con ellos.
Si antes de abandonar este cuerpo actual,
uno es capaz de tolerar
los impulsos de los sentidos materiales
y refrenar la fuerza del deseo y de la ira,
uno es un yogui y es feliz en este mundo.
Aquel cuya felicidad es interna,
quien es internamente activo,
quien se regocija dentro de sí
y está iluminado dentro de sí,
es en realidad el místico perfecto.
Él está liberado en el Supremo
y al final alcanza el supremo.
Aquel que está más allá
de la dualidad y de la duda,
cuya mente está ocupada dentro de sí mismo,
quien siempre procura el bienestar
de todos los seres conscientes
y que está libre de todo pecado,
alcanza la liberación en el Supremo.
Aquellos que están libres de la ira
y de todos los deseos materiales,
que son autorrealizados,
autodisciplinados,
y que constantemente se esfuerzan
por la perfección,
tienen asegurada
la liberación en el Supremo.
Excluyendo todos los objetos de los sentidos,
manteniendo lo ojos y la vista
concentrados en el entrecejo,
suspendiendo los alientos que entran y salen
dentro de las fosas nasales,
controlando de este modo la mente,
los sentidos y la inteligencia,
el transcendentalista se libera
del deseo, del temor y de la ira.
Quien siempre está en ese estado
se encuentra liberado con toda seguridad.
Karma-yoga: acción con conciencia de krisnha