Sentado en silencio sobre una áspera piedra,
veo las nubes que se acumulan aquí y allá.
La dorada pagoda centellea bajo el sol.
Abajo, el manantial Ryuo,
donde uno puede lavar el cuerpo y el espíritu.
Arriba, pinos milenarios.
Una brisa fresca lleva a su fin el día.
Desearía caminar con otro que haya abandonado el mundo.
Pero nadie viene.
Ryokan
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