Ver la energía tal como fluye en el universo significaba, para don Juan, tener la capacidad de percibir al ser humano como un huevo luminoso o como una bola luminosa de energía, y ser capaz de distinguir en esa bola luminosa de energía ciertas características comunes a todos los hombres, tales como un punto brillante que se destaca en la ya de por sí brillante luminosidad de la bola de energía.
Según los chamanes, era en ese punto brillante, al que llamaban punto de encaje, donde la percepción se ensamblaba o encajaba. Siguiendo la lógica de esta idea, podían afirmar que nuestra cognición del mundo se producía en ese punto brillante. Por extraño que parezca, don Juan Matus tenía razón, en el sentido de que eso es exactamente lo que sucede.
Para los chamanes del
México antiguo, el intento era una
fuerza que podían visualizar cuando veían
la energía tal como fluye en el universo. La consideraban una fuerza
omnipresente que intervenía en todos los aspectos del tiempo y del espacio. Era
lo que impulsaba todo.
La
meta final de un guerrero es la de enfocar, mediante un acto de profunda
disciplina, su atención inquebrantable en la rueda del tiempo con el fin de hacerla girar. Los guerreros que han
logrado hacer girar la rueda del tiempo son
capaces de mirar en el interior de cualquier otro surco y extraer de él lo que
deseen.
Al
librarse de la fuerza hechizante que nos obliga a contemplar sólo uno de esos
surcos, los guerreros pueden mirar en cualquiera de las dos direcciones: al
tiempo cómo se acerca o cómo se aleja de ellos.
Vista
de este modo, la rueda del tiempo constituye
una irresistible influencia que atraviesa las vidas de los guerreros y llega
aún más allá, como sucede con las citas de este libro. Parecen hiladas por un
resorte que tiene vida propia. Ese resorte, explicado según la cognición de los
chamanes, es la rueda del tiempo.
La Rueda Del Tiempo_Carlos Castaneda
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